Desde cuarto año de la secundaria nos llega este relato de caballeros. La autora prefirió no dar a conocer su nombre, pero nos permitió compartir su cuento con ustedes. Lean con atención y escuchen esta historia que parece venir desde otros tiempos.
La piedra de la vida
En un lugar pequeño de Burgos un joven guerrero, llamado Kay, se dirigía a la ciudad en busca de alguna aventura.
Camino allí se encontró con una piedra del tamaño de una moneda que brillaba. Encandilado la tomó del suelo, una vez en sus manos se dio cuenta de que se trataba de la piedra de la vida. Esta famosa piedra tenía un poder: quien la poseyera solo moriría de causas naturales; su brillo representaba la vida del que la tenía en las manos. Solo había una condición, que todos conocía, para que la piedra cumpliera con su poder, nadie debía saber quien la tenía.
Kay, orgulloso, siguió camino a la ciudad, con la piedra de la vida en su bolsillo. En la ciudad encontró una tropa de guerreros que necesitaban caballeros, se unió a ellos. Eran una tropa valiente. Aunque todos se sorprendieron al ver que Kay nunca salía herido de sus aventuras, nadie sospechaba ya que el joven tenía mucha destreza con la espada.
Luego de años de aventuras, Kay, que ya era un hombre maduro, conoció a una bella mujer, de la cual se enamoró. El guerrero intentó todo lo posible para enamorarla, pero ella era una dama de muy fuerte carácter, extravagante y egocéntrica. Él era un hombre culto, pero la obsesión que tenía por aquella mujer lo llevó a buscar una sola cosa, algo que la mayoría de los guerreros ansiaba: fama. Se vio tentado de revelar que él poseía la piedra de la vida, solo para atraer a la dama. Su obsesión era tan grande que decidió alejarse para no cometer ningún acto incorrecto.
Con el tiempo superó esa obsesión. En ese largo transcurso conoció una princesa, hija de reyes muy poderosos. Su trabajo era cuidarla.
Cuando una mañana Kay salió a caminar por el lago, una doncella fue a avisarle que la princesa había sido raptada. Emocionado por una nueva aventura fue a rescatarla.
Cruzó el bosque oscuro, hasta que llegó a una cueva abandonada donde escuchó gritos de una mujer. Sacó su espada y entró a la cueva, dentro se encontró con un lobo dos veces mayor que él.
Luego de una larga lucha logró derribar al animal y rescatar a la princesa. Él, como de costumbre, no salió lastimado.
Llegando al castillo con la princesa a salvo, Kay se sentía débil, ya que era un hombre adulto. Sacó su piedra, que ya era una simple roca sin luz ni brillo. En ese momento el guerrero se desvaneció y soltó la piedra mágica. Kay había muerto y con él la piedra había ido perdiendo toda su luz.
Al lado de su cuerpo sin vida, la piedra de la vida quedó tirada y recobró de nuevo su brillo dorado, esperando que alguien como Kay la volviera a encontrar.